miércoles, 29 de diciembre de 2010

Laura

“Close my eyes, it’s three in the afternoon.
Then I realize that she’s really gone for good…”
Rolling Stones

Ya habían almorzado. Hacía una hora que se habían acostado a dormir una siesta. Laura no se había dormido, no estaba en sus planes, sólo se quedó a mirarlo a Daniel, que roncaba como si un león rugiera de furia. Estaba cansada de escucharlo de roncar, y de sus malos chistes, de sus herméticos horarios, y de cómo el sexo se había convertido en una rutina sin sentido.
Allí estaba, añorando un cambio es su vida, sintiéndose estancada en una relación que tenía asegurado un futuro monótono, junto a un hombre sin ambiciones ni sueños mas allá de un televisor de 29 pulgadas.
¿Alguna vez estuvo enamorada de él? Siempre se lo preguntó. Intentó experimentar la convivencia, quizás así el amor nacía de una vez. Había pasado ya tantas alegrías y desdichas a causa de muchos amantes, desde muy temprana edad, que a los 23 años ya sentía que algo dentro le decía que era hora de sentar cabeza, de vivir más el día y dejar la noche. Una buena relación necesitaba para encarrilar su vida pero terminó siendo lo que la hacía caerse en un pozo sin fondo, cada vez más y más hundida con el pasar de los días.
Su vida fue siempre así, con proyectos prometedores pero nunca concluidos. Intentó Letras, pero se dio cuenta que lo que realmente le gustaba era leer mucho y sin complicaciones; luego Psicología pero lo mas conveniente era un analista. Entonces simplemente desistió estudiar, consiguió un trabajo administrativo con una agencia de publicidad que le dejó suficiente dinero para literatura y noche, y en sus ratos libres se dedicaría a la fotografía. Su más reciente proyecto, el concubinato, parecía tampoco dar frutos para ella.
Quizás una relación formal no era para ella ¿Pero para que preocuparse por eso ahora? Tenía que pensar en ella, en su vida, en sus planes. Pronto vendría la exposición de sus fotos en una galería y sería su oportunidad para demostrarle a todos cuanto estuvo progresando.
Daba vueltas en su cabeza tratando de hallar alguna respuesta ¿Quedarse o huir? Daniel no tenía la culpa de su inseguridad e inmadurez y no lo quería hacer sufrir, pero seguir así no sería justo para ninguno de los dos. Quería que pensar con lógica y tratar de proyectar a futuro, quedarse allí era quizás lo más correcto pero la valija ya estaba hecha.
Escribió unas pocas palabras en un papel y lo dejó sobre la mesa de luz para que él lo vea cuando despertara. Tomó la valija y se fue, sin hacer ningún ruido que fuera a arruinar el descanso de Daniel.
Se fui caminando, arrastrando la valija que estaba muy pesada. El trayecto era largo pero así tenía tiempo para pensar y reflexionar. Le hubiera gustado arrepentirse y volver, pero cuanto mas caminaba y se alejaba, mejor se sentía.
Finalmente llegó a su refugio. Dejo la valija a su lado, suspiró y tocó el timbre. A los pocos segundos la puerta se abre y la mujer, de unos 50 años, la mira y le sonríe, sabía que ese momento llegaría en cualquier momento.
- Hola mamá.
No hubo que explicar demasiado, no hacía falta. Ya había vuelto a su lugar de origen y solo quería descansar en la cama que tanto extrañaba, mientras pensaba si Daniel ya se habría despertado y si ya habría leído sus líneas: “Espero que tengas la buena vida que yo no te puedo dar”.

2008

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