"De pronto me vi, como un perro de nadie,
ladrando, a las puertas del cielo"
Joaquín Sabina
Liliana no podía abrir los ojos, los sentía irritados. Su cabello con olor a humo de cigarrillo le tapaba la cara y llevo lentamente su mano para correrlo. Entonces finalmente pudo abrir los ojos y percibir que esa no era su habitación, que esa no era su cama, que esa almohada con restos de delineador y sombra tampoco era de ella, ni siquiera el hombre a su lado era de ella. Ya no. Ya hacía un par de meses que no lo era ¿por qué estaba allí entonces? Su cabeza le dolía mucho, le explotaba, y le dolía aún más cuando trataba de recordar qué pasó la noche anterior. Su ultimo recuerdo (muy difuso) era “te extraño”, “otra oportunidad” y un par de lágrimas, en medio de un montón de gente que bailaba sosteniendo su vaso de cerveza fuertemente como si fuera un trofeo.
Ya era lunes, 7 de la mañana y ya llegaba tarde para rendir un parcial (igual no había estudiado). Sabía que no tendría que haber salido un domingo, mucho menos haber tomado. No estaba acostumbrada a tomar, jamás. Pero la fiesta estaba prometedora, especialmente porque Gustavo iba a estar allí. Pero ya estaba en ese lugar, en esa cama y con esa persona ¿por qué no quedarse? Se preguntó. Por algo el destino la llevó, una vez más, a ese lugar. Entonces comenzaba a sentirse un poco feliz, mientras lo miraba tiernamente como dormía a pesar que un pequeño rastro de baba caía por esa boca que durante tanto tiempo besó con ternura.
Esperaría que se despertase, se levantarían y se prometerían que harían lo posible para que su relación vuelva a funcionar. Luego el la acompañaría a la facultad y haría planes para la noche. Iría a comer a su restaurante favorito. Todo volvería a ser perfecto. Se sentía muy emocionada, ya no tenía ese nudo en la panza que no la dejaba vivir.
Gustavo empezó a moverse lentamente y ella temblaba de la emoción. Él abrió sus ojos, se agarró la cabeza y la miró, sonriente y con los ojos brillando como dos diamantes. Ella esperaba la misma reacción en él. Y esperaba. Y esperaba. Hasta que Gustavo se dispuso a hablar. Abrió la boca, las palabras salieron. Liliana ya se estaba anticipando a lo que diría, de hecho es como si ya lo hubiera escuchado. Pero como una metamorfosis, “Hola mi amor” pasó a “¿Todavía seguís acá?”. Era un chiste, tenía que ser un chiste. Pero el chiste era ella, el chiste era toda su existencia. Comprendió que ahora era de esas minas que tienen sexo casual con sus ex. Formaba parte de ese grupo, pero de la peor mitad. De las que creían que la relación todavía podía rescatarse. De las que extrañan pero no son extrañadas. Boluda. No dijo nada, no pronunció una palabra. Quería vestirse y salir de allí pero antes debía buscar su ropa. El vestido en el suelo, las sandalias en la puerta, el corpiño bajo la cama, la bombacha… ¿dónde? ¿Dónde esta el calzón? ¡¿Dónde está el calzón?! No quería preguntarle, no quería ni mirarlo. Sentía bronca y vergüenza, tanto que se iría sin calzón ¿Quién la manda a ponerse vestido?
Terminó de vestirse, y se fue, dando un portazo y sin decir nada. Una vez afuera se quedó diez segundo en la puerta, esperando que quizás él saliera, arrepentido, enamorado, añorando que ella regresara. Esperó los diez segundos. Transcurrieron los diez segundo. Terminaron los diez segundo. Nada ocurrió. Siguió caminando, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no llorar. A una cuadra venía un taxi, entonces apuro el paso lo más que pudo y hasta donde sus sandalias se lo permitían, haciéndole seña al taxista para que pare. Pero la vereda, de baldosas rotas, le jugó una mala pasada. Su taco se quebró y cayó al suelo, haciendo que su vestido se subiera. Se levantó de golpe y subió al auto mientras su chofer de turno hacía lo imposible para no demostrar que había visto todo el espectáculo.
Liliana dejó escapar una lágrima. Solo una, como un pequeño descargo. Dejar de existir sería tan buena solución, pero tenía muchas cosas por vivir todavía (aunque no la recordaba) a pesar de su maquillaje corrido, su pelo desarreglado, su taco roto, su parcial aplazado y su bombacha perdida.
13 de julio de 2008
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