miércoles, 5 de enero de 2011

No se va a llamar mi amor

“Mi amor, no te puedo amar.
Estás prohibida, estás prohibida, ya.
Estás prohibida, pásenlo en la radio,
por mi amor”.
Charly García

Quien sea un adicto a los archi repetidos capítulos de Sex & the City conocerá que el eje constante de la historia a lo largo de sus seis temporadas fue siempre el mismo: la complicada relación de Carrie, su protagonista, con el problemático Mr. Big. Una relación de miles de idas y venidas, pero que siempre acababa con el corazón roto de Carrie, jurando no volver a verlo jamás, pero regresando como si de una adicción incontrolable se
tratase. Consciente todo el tiempo de que no iba a funcionar, de que Big jamás iba a aceptar el compromiso ni abrir su corazón, ella seguía insistiendo y seguía llegando a los mismos malos resultados.
Podrá ser una historia de ficción, pero la realidad está tan llena de historias similares como éstas que nos sorprenderíamos ¿Por qué insistimos en relaciones que no funcionan? ¿Por qué insistimos con personas con las que sabemos que no se va a llegar a nada? Relaciones tóxicas que solo tienen una sola definición: amor masoquista.
Daniela salió con Luciano durante un tiempo, ella estaba perdidamente enamorada de él y sabiendo de lo que se trataba: mujeriego, soberbio y egocéntrico, tan atractivo como peligroso. La relación terminó como se lo esperaba: en un engaño que Daniela tardó en superar. Tiempo después, conoce a Facundo y su relación era la ideal. Facundo le entregó todo el amor y el cuidado que Daniela podría haber pedido, pero algo se interpuso en su camino: Luciano, una vez más, metiéndose en la confundida cabecita de Daniela para enamorarla nuevamente y jurándole que ahora sí no la volvería a lastimar. Y Daniela dejó a Facundo, y volvió con Luciano, a pesar de las advertencias de sus amigas (“¿vos sos pelotuda?”), y adivinen como termina la historia… Y lo más trágico es que Daniela ya lo sabía.
Todos buscamos el amor verdadero, un compromiso real, como el que tuvo Daniela con Facundo, pero pareciera que necesitamos de ese grado de dramatismo en nuestra existencia, como si la estabilidad desestabilizara y tuviésemos que andar por la vida corriendo como drama queens a llorar por los rincones. Podríamos llegar a la conclusión de que a veces los seres humanos buscamos sufrir por amor, con personas que nos golpean constantemente, y nos dejamos, y hasta parece que nos gusta. Como le pasa a Fabio, que se enamoró de Belén, una chica tan intelectual como inestable, tan hermosa como conflictiva, una falta combinación que hizo fascinar al cegado Fabio que no vio (o no quiso ver) que la pobre Rocío soñaba todos los días con él esperando que le corresponda.
A sabiendas de que él o ella no nos convienen, disfrutamos de esos efímeros momentos juntos, en el goce del sexo, en la conexión que nos hace sentir tan bien con nosotros mismos. Pero disfrutar no parece suficiente, el problema va mucho más allá y radica en esa eterna obsesión por responder los molestos interrogantes ¿qué somos? ¿Hacia dónde va todo esto? ¿Hacia dónde vamos?
Porque como Rocío se enamoró de Fabio, que no deja de pensar en Belén, que está demasiado ocupada con sus mambos, Carrie volvió, una y otra vez, hacia los brazos Big, recibiendo sus besos y todos sus incontables golpes.