“Fue el verano en que murió Coltrane… Los hippies alzaron sus brazos vacíos y China hizo detonar la bomba de hidrógeno. Jimi Hendrix prendió fuego a su guitarra en Monterrey… Fue el verano del amor. Y en aquel clima cambiante e inhóspito, un encuentro casual cambió el curso de mi vida: fue el verano en que conocí a Robert Mapplethorpe”.
Con una carrera de más de 30 años, Patti Smith ha demostrado ser uno de los seres más fascinantes del mundo. Desde su debut con el disco Horses en el año 1975, y con el ex Velvet Underground, John Cale, en la producción, se posicionó en un lugar privilegiado en el mundo de la música, como una de las pioneras del punk de finales de los ’70, convirtiéndose además en uno de los principales referentes del rock indie de Nueva York. La portada de ese disco presenta a esa Patti tan especial, y quizás esa foto no la hubiese llegado a retratar tan bien sino fuese por el ojo de Robert Mapplethorpe al otro lado del lente.
En el reciente libro autobiográfico de Patti titulado “Éramos unos niños” (Just Kids), editado por el sello Lumen en nuestro país, se puede adentrar en la vida de una Patti que con apenas 20 años dejó su Filadelfia natal para llegar a Nueva York, con poco dinero y muchos sueños para cumplir. Era finales de los ’60 y en el medio de un nuevo mundo que emergía, la gracia del destino hizo que Patti encontrara a Robert. Y que Robert encontrara a Patti. Y que se tomaran de la mano
y nunca más volvieran a soltarse. El libro explora la especial relación entre los dos artistas; Patti relata con hermosas palabras el amor que la unió al fotógrafo, amigo, amante y compañero de la vida en buenos y muy malos momentos. Una profunda amistad que se mantuvo firme, incluso cuando ambos comenzaron a tomar sus propios caminos, hasta que la muerte los separó el 9 de marzo de 1989 luego de una larga lucha de Mapplethorpe contra el HIV.
Robert Mapplethorpe fue uno de los fotógrafos más polémicos de la última mitad del siglo XX. Su carrera se consagró en la década del ’80, con un largo y controvertido portfolio de fotos compuesto por retratos de flores, desnudos, algunos de un alto contenido erótico, que fueron calificados de pornografía por lo más pacato de la sociedad norteamericana, ya que Mapplethorpe se atrevió a mostrar la cara artística de las facetas más oscuras y menos exploradas de la sexualidad humana. Además fotografió a una lista interminable de artistas y famosos, pero Patti fue siempre su musa.
“Éramos unos niños”, además de contar el inicio de las carreras de ambos, es también un fiel reflejo de ese fascinante mundo neoyorquino de personajes errantes, artistas, intelectu
ales y jóvenes que buscaban hacer escuchar su voz. Patti nos cuenta los encuentros con Andy Warhol y su trouppe de la Factory y los escritores beat William Burrought y Allen Ginsberg; también anécdotas durante la estadía en el mítico hotel Chelsea donde desfilaban figuras como Jimi Hendrix y Janis Joplin.
Pero el verdadero corazón del libro se centra en Patti y Robert, la conexión entre dos seres humanos tan iguales como disímiles, que tomaron las palabras “pase lo que pase” al pie de la letra. Por esta y muchas otra razones, este emotivo libro es una lectura obligada para los amantes del rock, del arte y de ese fascinante período de finales de los ’60 y comienzo de los ’70, donde nada parecía imposible.
Ya en las primeras líneas del libro, Patti nos conquista con unas bellas palabras, en oda a su viejo amigo, que rápidamente nos hacen conscientes de que nos sumergimos en un libro inolvidable:
“Muchas cosas se han dicho acerca de Robert, y se dirán muchas más. Los chicos adoptarán sus andares. Las chicas se pondrán vestidos blancos y llorarán la pérdida de sus rizos. Lo condenarán y lo adorarán. Censurarán e idealizarán sus excesos. Al final, la verdad se hallará en su obra, la esencia corpórea del artista. No se deteriorará. El hombre no puede juzgarla. Porque el arte alude a Dios y, en última instancia, le pertenece”.