En la edición de hoy 23 de noviembre del diario Página/ 12 salió publicada una nota titulada “Para desterrar prejuicios”, referida a un informe presentado por el juez Raúl Zaffaroni a la Corte Suprema. Ese informe dio cuenta de un estudio sobre la cantidad de homicidios ocurridos en la ciudad de Buenos Aires. Entre los distintos números que aparecen en el trabajo se pudo observar que dentro del total de víctimas, el 14,29 por ciento son mujeres y de las cuales la mitad de ellas son asesinadas en situaciones de violencia intrafamiliar.
Este dato abre algo que pareciera que las generaciones, avances tecnológicos y cambios de era no pueden hacer desaparecer: la violencia de género. Mujeres que son asesinadas por sus parejas, violadas por extraños o prostituidas por grandes redes mafiosas. “Ella lo provocó”, “mirá cómo se viste”, “algo habrá hecho”, “si es una loca que se acuesta con cualquiera”, son comentarios del día a día que todavía no han podido erradicarse y, a veces, hasta son naturalizados.
Sin embargo, la violencia de género no sólo puede encontrarse en las páginas de la sección de policiales de algún matutino, sino también en momentos tan triviales, superfluos y, en apariencias, de entretenimientos: en el prime time de la televisión argentina y tinellizada. Ese programa que, bajo el maquillaje de una barata filantropía busca “cumplir un sueño”, no es más que la simple exhibición de culos y tetas.
Y a todo eso se lo llama éxito. ¿Cómo? De la venta constante de la mujer como un objeto plástico, sin intelecto y sin lugar para decir algo inteligente, lista para ofrecerse a cualquier hombre y que debe estar dispuesta a la más extrema osadía para estirar sus 15 minutos de fama.
Otro de los ejemplos de cómo el Método Tinelli encuentra más adeptos: Sábado Bus, ese programa revival de lo más menemista de los ’90, que tiene un segmento llamado Muñeca Bus donde su nombre ya lo dice todo. La elegida (alguna modelo, actriz o vedetonga) debe mostrarse en una enorme caja rosada, de la misma forma que la famosa muñeca, para luego salir de allí y bailar ratoneando a toda la platea masculina.
Y después recibir aplausos como si de un gran honor se tratase, como si cualquier mujer espera lograr ser en algún momento una Muñeca Bus. Algo que no quiso la jugadora de hockey Luciana Aymar, quien ya había anunciado con anticipación su negativa de participar en dicho segmento, pero Nicolás Repetto –el conductor del ciclo- no tuvo ningún reparo en comprometerla en vivo y en directo para obligarla a meterse en la infame caja rosada. Finalmente, Aymar accedió a la orden y fue una muñeca.
Ese simple hecho remarcó el verdadero lema del éxito de la TV: “No importa que seas deportista, no importa que pienses, no importa que nos representes en el mundo: estas acá, mostrá el culo”.
La violencia sobre la mujer tiene muchas aristas. Algunas que hacen eco en los noticieros y los diarios; otras, en cambio, se muestran edulcoradas, en horario central y apta para todo público.
Nota publicada en Babel Digital (23 de noviembre)
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